1.4.12

Especismo

Está en todas partes. Unos días nos rodeamos de nuestros amigos, los abrazamos, reímos con ellos y nos olvidamos durante un rato de que nos envuelve. Otros, le miramos directamente a la cara desafiantes porque sabemos que vamos a echarle un pulso utilizando nuestras mejores armas que son las que se empuñan con el corazón a través de la información. Pero hay otros, los menos, en los que te pilla por sorpresa. Una persona se te acerca a pedirte un cigarro y observando a tu perra, a tu hija, tu mejor amiga, que está tranquilamente husmeando por ahí y te cuenta la historia de ese otro perro al que "pegan cuando no lo tienen que pegar" ¡como si hubiera alguna justificación para ponerle la mano encima a alguien!

Le observas marchar y deseas, con todas tus fuerzas, que esa caña ante la que se sienta a esperar frente al río mientras fuma el cigarro que tu amiga le ha regalado, no se mueva en toda la tarde. Que se rompa en mil pedazos.
Sin embargo, no es un día de suerte, ni para el que se encuentra al otro lado del anzuelo mientras su carne se desgarra completamente desconcertado de lo que está pasando, ni para ti que tienes que presenciarlo impasible porque sabes que digas lo que digas no va a cambiar nada.
A modo de consuelo llegan las palabras de mi amiga, insuficientes, aunque dichas con cariño "están obligados a soltarlos, en el Manzanares no se puede pescar"

Como si juntando un par de palabras hubiera forma posible de reparar el roto que ese anzuelo ha hecho, en su paladar, en su memoria y en la mía.

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